En economía es esencial el “optimismo”, pues –cómo
la Bolsa- se mueve en base a expectativas. Por eso basta que a los actores
económicos nos entre el miedo, para que la economía se contagie y se contraiga:
se desacelere el consumo, se retraiga el gasto de las familias, esto se refleje
en la producción, y automáticamente entremos en ese círculo vicioso que lleva a
la recesión y a las consecuencias que todos conocemos, encabezadas por el
aumento del paro.
Pero por muy optimistas que queramos ser, no hace
falta disponer de una bola de cristal para saber que este próximo otoño va a ser difícil
para miles de empresas y autónomos en nuestro país. Sectores como el turismo
(hostelería, restauración, transporte de viajeros, etc.) o el ocio, pero también empresas
de servicios asociados a esos sectores u otros como la construcción; van simplemente
a “sobrevivir” al verano. Y durante los próximos meses, salvo que se produzca
un profundo cambio en la situación sanitaria (que no parece posible dado el
desconcierto y la descoordinación entre
las autoridades) empezará la cascada de concursos de acreedores.