El
pasado año 2015, en la Unión Europea se acuñó un nuevo término: Grexit, que
parece va a ser “adaptable” a otras realidades que nos pueden ir viniendo en
este proceso de construcción europea en el que ya llevamos inmersos más de
medio siglo.
Si
esa posible salida de Grecia de la UE (eso era el Grexit) fue más bien una
amenaza del conjunto de los países del club a un miembro díscolo que se negaba
a cumplir con las exigencias de Bruselas, acabamos tan solo de empezar el año y
ya hemos acuñado un nuevo término: ahora es el Brexit.
Pienso
que no soy reduccionista si afirmo que en el caso de Grecia, la inmensa mayoría
de los argumentos que manejaron tanto la prensa como los políticos europeos y
en concreto españoles, se basaban en un análisis económico del coste/beneficio
de que se produjera o no esa expulsión de Grecia: