La peor pandemia

26 de marzo de 2020


En la entrada anterior manifestaba mis dudas sobre el futuro de la Unión Europea por algo tan simple pero a la vez tan profundo como la pérdida de los valores -cristianos- desde los que surgió. Y me refería entonces a la reconciliación y a la solidaridad.

Estos días hemos visto como la crisis del coronavirus ha hecho saltar por los aires otra vez alguno de esos valores, han vuelto a aparecer no solo las fronteras de la Unión sino las fronteras en la Unión, y la imposibilidad de dar una respuesta unitaria y solidaria al problema.

Pero hoy deseo referirme a otro valor cuya pérdida está causando unos estragos que -sin querer ser alarmista- considero mayores que los de una pandemia. Me refiero al valor de la verdad.


En la asignatura de Filosofía en Bachiller estudié que verdad es la “adecuación entre el entendimiento y la realidad”.

Si acudimos al Diccionario de la RAE, actualización de 2019, las tres primeras acepciones de verdad son:

1. f. Conformidad de las cosas con el concepto que de ellas forma la mente.

2. f. Conformidad de lo que se dice con lo que se siente o se piensa.

3. f. Propiedad que tiene una cosa de mantenerse siempre la misma sin mutación alguna

Me parece que cualquiera de las anteriores acepciones nos sirve para darnos cuenta de que vivimos en una sociedad que ha perdido este valor, y quizá de manera más profunda y evidente la sociedad española.

¿Hace falta recordar cómo surgió nuestro actual gobierno de coalición: de un preacuerdo firmado 48 horas después de las elecciones, y tan solo una semana después de anunciar su Presidente lo contrario ante millones de españoles y en horario de máxima audiencia? ¿O la devaluación de las Tesis Doctorales, los Masters e incluso los títulos universitarios cuando son “salpicados” por la mentira? Confío que cuando se publiquen estas letras hayamos podido contener la famosa “curva” del coronavirus, pero cuanta mentira también en su tratamiento y gestión durante las últimas semanas.

Hace ya bastantes años trabajé unos meses como directivo para una empresa de un país con una cultura completamente distinta a la nuestra. Pude darme cuenta entonces de lo que significa carecer culturalmente del valor de la verdad. A pesar de unas condiciones salariales y profesionales muy favorables, me marché a los seis meses.

Sólo quien lo haya experimentado “en sus carnes” puede entender lo que significa no poderte fiar ni de tu jefe, ni del propio dueño de la empresa para la que trabajas, porque “sencillamente” la verdad y la mentira no se distinguen y para ellos tienen el mismo valor.

Cuando eso ocurre, es imposible entender la sociedad como nosotros la entendemos. Porque del valor de la verdad se derivan todos los demás, algunos tan esenciales como la vida, la libertad, el pluralismo, la tolerancia o la misma democracia.

No soy experto en la materia, y desconozco si -como se ha comentado en las redes sociales- el coronavirus es consecuencia de haber “jugado” inadecuadamente, inconscientemente o por motivos de investigación con algún microorganismo (las “fake news”: otro signo de nuestra sociedad).

Pero considero una pandemia mucho peor que el COVID-19 la pérdida del valor de la verdad en la sociedad.

De manera natural la persona sabe que mentir está mal. Eso no quiere decir que no mintamos. Pero cuando los que tienen la responsabilidad de ser ejemplares en la sociedad, lo que destilan es un desprecio activo de la verdad, estamos ante una pandemia de la que ningún “Sistema Sanitario” nos puede defender: estaríamos perdidos.

Y con eso no deberíamos “jugar”.

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