Me parece que no es necesario terminar el conocido
refrán castellano. El caso es que estas últimas semanas me ha venido varias
veces a la cabeza, la última tras las declaraciones de la vicepresidenta cuarta
del Gobierno y ministra para la Transición Ecológica.
Defendiendo el plan de transición a la nueva
normalidad tras el estado de alarma ha declarado que en éste "no se
impone nada a nadie". Y en referencia a los requisitos para
reabrir hoteles, cafeterías y restaurantes, de forma gradual y con limitaciones
en el aforo, que “El que no se sienta cómodo, que no abra”.
En un país en el que el sector de la hostelería
representa casi un 10 % de la riqueza, en un contexto de crisis; y en el que
paralelamente no se “limita” el pago de los alquileres, ni se “flexibilizan”
los ERTES, y se “obliga” a una serie de inversiones y gastos para cumplir con
la “nueva normalidad”, esas palabras me parecen cuanto menos una falta de
respeto a millones de españoles.
Aunque ganas no me faltarían, ni deseo ni voy a
convertir este artículo en una crítica política, o en la descalificación de una
dirigente que en plena pandemia se expresa así. Aunque es un comportamiento
(este tipo de declaraciones despreciativas) que empieza a crear “marca”.
Sólo me gustaría aprovechar para hacer unas
reflexiones sobre liderazgo y un llamamiento a nuestros dirigentes.
En artículos anteriores me he referido ya a dos
cualidades que deben adornar a cualquier persona que pretenda liderar un
proyecto: la humildad y la verdad.
Ahora me gustaría poner en valor otra cualidad que
debe tener cualquier líder. Me refiero a la necesidad de rodearse de los
mejores, saber pedir consejo, y poner en marcha iniciativas que no suelen ser
necesariamente suyas.
Tomemos como ejemplo a un buen director de
orquesta. Esa persona que no es –ni mucho menos- el mejor violín, el mejor
trompeta, ni el mejor clarinete. Pero que es capaz de sacar lo mejor de cada
uno de esos músicos para conseguir la excelencia individual y del conjunto: una
maravillosa melodía.
Líderes muy distanciados en origen y en ideología
lo expresaron de maneras diversas.
Así, el que fue presidente norteamericano y Premio
Nobel de la Paz Theodore Roosevelt decía
que “El
mejor líder es aquel que sabe elegir a los mejores para hacer las cosas, y
tiene la templanza suficiente para no entrometerse mientras lo hacen.”
Mientras que el ex presidente de Sudáfrica Nelson
Mandela lo explicaba con un ejemplo más pegado al terreno: “Un
líder es como un pastor. Se queda detrás del rebaño dejando que los animales
más hábiles caminen adelante mientras todos los demás los siguen sin darse
cuenta de que en realidad están siendo dirigidos desde la retaguardia”.
En una situación como la actual en la que estamos
asomados a un precipicio económico y, quizá como consecuencia a otro social,
sin precedentes en los últimos decenios, nuestros dirigentes no deberían
permitirse el lujo de seguir despreciando a todas las fuerzas sociales.
No se trata de poner un plato de lentejas y decir
eso de que “si quieres las comes, y si no las dejas”…
Ojalá pronto se dé cuenta el Gobierno de que en las
demás fuerzas políticas, en las empresas, en los autónomos, en las asociaciones,
en las familias, en la sociedad civil, está la solución y no el problema.
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