Desde hace unos años me dedico al sector turístico,
en concreto al alquiler de viviendas vacacionales, principalmente a
extranjeros. Un sector -el del turismo extranjero- en continuo crecimiento,
salvo los años de la crisis financiera durante los que no obstante palió en
gran medida la mucho más drástica caída del turismo nacional; y que desde el
año 2017 superó los ochenta millones de visitantes anuales, con un gasto en
2019 de casi 95.000 millones de Euros.
Un sector muy importante por tanto para nuestro
país.
Durante estos años he tratado con más de 2000
familias de los países de origen más variados y remotos, pero fundamentalmente con
familias europeas. Desde los países nórdicos y bálticos a británicos,
centroeuropeos, países del Este o mediterráneos. Y si algo puedo destacar de
entre esa diversidad de culturas, tradiciones y formas de ver la vida es que a
los extranjeros les gusta España. Y pienso además que les gusta sobre todo por
los españoles.
En un mercado en el que cada vez más las
referencias son clave, la inmensa mayoría destaca que somos un país con unos
servicios turísticos de primerísima calidad. Pero además resulta llamativo un
hecho: casi de forma unánime nos califican como especialmente acogedores y
serviciales. Y ése pienso que es nuestro gran elemento diferencial.
Desde que se inició el estado de alarma el sector
no sólo se ha parado, sino que las cancelaciones masivas ponen en riesgo su
futuro.
Y es en este contexto de dificultades e incertidumbre
donde muchos profesionales del sector estamos echando en falta el liderazgo de
un Gobierno que –independientemente de ideologías políticas- se dedique de
verdad a su deber constitucional de promover “las condiciones favorables para
el progreso social y económico…, en el marco de una política de estabilidad
económica”.
Por eso resultan incomprensibles y muy graves
declaraciones erráticas, contradictorias y faltas de respeto con el sector como
las escuchadas en las últimas semanas a algunos ministros, y que han provocado
una reacción unánime adversa:
-
El 30/04/20 la ministra para la Transición
Ecológica, defendiendo el plan de desescalada de la hostelería decía que éste: "no se impone nada a nadie". “El que no se sienta cómodo, que no abra”.
-
El 11/05/20 el ministro de Consumo, durante su
comparecencia ante la Comisión de Sanidad y Consumo del Congreso calificó al
sector turístico de "estacional,
precario y de bajo valor añadido",
Quizá para compensar esos desprecios el sábado 23
de Mayo, el Presidente del Gobierno anunciaba a bombo y platillo que desde el 1
de Julio se volverían a abrir nuestras fronteras y “Los turistas extranjeros, por lo tanto, pueden desde ya, también
planificar sus vacaciones en nuestro país”.
Pero pienso que cuando no hay una política definida
y coherente, esa declaración (como otras muchas ya…) no deja de ser un brindis
al sol y que desde luego no ha producido el más mínimo efecto sobre la demanda.
Sin hacer –insisto- crítica política, invito al
lector a un sencillo ejercicio de imaginación. A usted, un ciudadano sueco con
esposa y dos hijos que vive en Estocolmo le encanta España y desea venir este
verano. Precisamente por eso estos últimos meses está siguiendo las noticias
sobre nuestro país, interesado en ver cómo evoluciona la pandemia. Y fácilmente
en cualquier periódico europeo usted ha leído sobre España:
- Que está –con diferencia- entre los países con mayor número de muertos por covid-19 por millón de habitantes.
Concretamente a la fecha en que escribo estas letras el segundo.
- Que es el país con mayor número de sanitarios
contagiados en el mundo (¡en términos absolutos!)
- Que entre el número de muertos que cuentan las
autoridades en sus estadísticas y los reflejados en los registros que podrían
corresponderse con covid-19 hay una diferenciade 12.000 personas.
- Que según las propias estadísticas de Sanidad el
pasado 25 de Mayo “resucitaron” enEspaña 2.000 fallecidos por covid-19.
- Que la OCDE (organismo que procura no “pelearse”
con nadie) ha tenido que rectificar en alguna ocasión durante este periodo a
nuestro país, y sacarlo de una “clasificación favorable” que nuestras autoridades se atribuían.
Son temas muy serios, y a poco que hayamos tenido
interés por informarnos, todos hemos podido leer estas noticias. Y desde luego también
en cualquier país de Europa.
Y ahora volvamos al ciudadano sueco que deseaba
venir a España con su familia. A él le da igual si manda Sánchez o Casado. Es
más, no sabe quién es Iglesias y mucho menos si es pareja de la Ministra de
Igualdad. ¡No le importa lo más mínimo! Pero lo que nos ocupa… ¿Estará en estos
momentos planificando su verano en España?
Sinceramente, yo entendería que no lo esté haciendo…
Y que a pesar del buen recuerdo de su última estancia, este año opte por otro
país.
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