En la entrada anterior anunciaba mi intención de comentar en una serie, algunas de las diez
conclusiones de la cumbre empresarial organizada por la CEOE durante la segunda
quincena de junio, bajo el título “Empresas
españolas: liderando el futuro”.
Y empezaba esa serie hablando de la segunda conclusión de la cumbre: la
seguridad jurídica como elemento imprescindible para la reconstrucción
económica, pues es una base necesaria para atraer y retener la inversión.
En este contexto, me parecen muy significativas también
las dos siguientes conclusiones:
3.- “Consenso
y diálogo social para llegar a acuerdos que nos ayuden a salir de la
crisis. No se deben revertir reformas que han generado crecimiento económico y
mejora del bienestar, y en todo caso se deben mejorar aquellos aspectos en los
que exista margen”.
4.- “Un
marco regulatorio más flexible y adaptado a los cambios de la economía
española”.
Dos elementos necesarios para “construir” seguridad
jurídica en un país como el nuestro que se caracteriza con demasiada frecuencia,
por el cortoplacismo con que actúan la inmensa mayoría de nuestros políticos, y
su afán por fomentar ese caduco y nocivo revanchismo, que son un impedimento demasiado
pesado y real para nuestro desarrollo económico (y quizá también social).
Por eso pienso que estas dos conclusiones apuntadas
por los empresarios, y en especial la primera, no son más que la expresión del
grito unánime de la sociedad especialmente durante estos últimos meses: es la
hora de un diálogo social sincero y no partidista, que permita consensuar
soluciones, y en el que participen los mejores, independientemente de su
ideología política. Pues se trata de defender –y quizá en demasiados casos de
recuperar- el bienestar de muchos millones de personas afectadas profundamente
por esta crisis.
Me parece que (más incluso que el sufrimiento
causado por la pandemia, con los miles de muertos que ni siquiera han sabido, o
querido, contabilizar) si algo ha unido a todos los españoles de bien durante
estos últimos meses, es la indignación ante el lamentable espectáculo de odio y
gruesas palabras, retransmitido en directo desde el Congreso cada vez que
durante este tiempo ha habido una sesión parlamentaria para la prórroga del
Estado de Alarma, o el control al Gobierno.
Únicamente desde el dialogo social, desde la
flexibilidad para saber acomodar nuestros planteamientos a las nuevas
necesidades de unas sociedades cambiantes, desde el abandono de posturas
ideológicas apriorísticas e inamovibles; seremos capaces como país de alcanzar
el consenso necesario que nos permita superar una crisis de la que (como en un
iceberg) en estos momentos sólo vislumbramos la “punta”.
En los próximos meses veremos si como sociedad
somos capaces de enfrentarnos y superar estos nuevos retos. Pero no quiero
terminar sin destacar también que, siendo cierto el papel preponderante de los
agentes sociales (primero la clase política, pero también empresarios,
sindicatos, asociaciones, etc.), en conseguir el consenso, el diálogo social y
la flexibilidad, todos tenemos un papel que jugar. Si allí donde cada uno nos
movemos –nuestra familia, nuestro grupo de amigos, nuestro trabajo, etc.-
fomentamos esos valores, estaremos contribuyendo a su consecución.
Se dice, y no sin razón, que cada español lleva
dentro de sí un entrenador de fútbol, un Presidente del Gobierno,… y yo
añadiría que desde hace unos meses llevamos también un experto virólogo.
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