Liderando el futuro (III)

16 de julio de 2020

En las dos entradas anteriores sobre las conclusiones de la cumbre organizada por la CEOE “Empresas españolas: liderando el futuro”, ya he comentado algunas de las propuestas transversales que los empresarios consideran imprescindibles para la  reconstrucción: la necesidad de seguridad jurídica y de diálogo social que haga posible el consenso, y permita un marco regulatorio más flexible y adaptado a los cambios que la economía española -como el resto de economías- va a sufrir en los próximos meses.

No quiero alargar esta serie de artículos comentando cada una de esas conclusiones, pero sí dedicaré éste a una única de esas conclusiones, la quinta:

5.- Colaboración público-privada para mejorar la eficiencia y calidad en la prestación de servicios públicos tanto en el ámbito de la educación y la sanidad como en el de las infraestructuras.

Me parece un aspecto crucial en sí mismo, pero además especialmente en el contexto de la deriva estatalista que este Gobierno ha apuntado en más de una ocasión desde que llegó al poder, y no sólo ya con declaraciones altisonantes, sino desde el BOE. Deriva que no parece lo más adecuado en una Europa moderna, y que ya está teniendo sus consecuencias.


Hace una semana nuestro Presidente anunciaba una subida de impuestos “inevitable”, y escribo estas letras justo al día siguiente de que “nuestra” candidata Nadia Calviño (persona templada y con curriculum más que suficiente) haya perdido la votación a la presidencia del Eurogrupo en favor del ministro de Economía irlandés. ¿Tendrán algo que ver ambos hechos? Me temo que sí, y que veremos más “derrotas” en el futuro próximo.

Porque seguir empeñado en plantear la relación entre lo público y lo privado como una “contradicción” es mantener una mentalidad decimonónica de “lucha de clases”, ya muy superada por la historia económica y social.

Por eso resultan trasnochados -además de inconstitucionales en muchos casos -, algunos planteamientos legislativos que pretenden implantar una dictadura ideológica en materias como la educación, la sanidad o la legislación laboral o fiscal. Dictadura que además socava la propia bondad de esos sistemas públicos. ¿O hemos conseguido mejorar la educación o la justicia social cuando se han aprobado leyes “ideológicas” en alguna de esas materias?

Ya en el siglo I a.C. el político e historiador romano Cayo Salustio dejó escrito que “la unión hace la fuerza”: una verdad que fue lema de algunos países como Holanda, y que aparece actualmente en el escudo de países como Bélgica, Bulgaria o Haití.

Y es que cuando en cualquier orden de la vida un grupo (un equipo deportivo, un departamento de una empresa, o un país entero) trabaja unido en busca de un objetivo común, la experiencia nos enseña que tarde o temprano se consigue. En España tenemos tantos ejemplos en los últimos años de equipos deportivos en lo más alto de las competiciones internacionales, pues también detrás de deportistas en una disciplina individual –Nadal, Márquez, Marín- hay un gran equipo que trabaja unido.

Y más recientemente hemos experimentado nuestra respuesta como país ante las dificultades provocadas por la pandemia. Incluso a pesar del pésimo ejemplo de falta de unidad en la clase política, me parece que el conjunto de españoles hemos demostrado una vez más la verdad de que “la unión hace la fuerza” y así hemos superado esa difícil situación: los sanitarios con su ingente e impagable trabajo, los profesionales de los servicios esenciales que han sido espléndidos en su dedicación, y también cada uno de los ciudadanos, grandes y pequeños, que hemos sabido vivir responsablemente un durísimo confinamiento.

Por eso considero que atacar “lo privado” para defender “lo público” es un mantra caduco. Al contrario, “lo público” y “lo privado” son dos sistemas no solo complementarios, sino que se necesitan -entre otros motivos- para mejorarse mutuamente. Negarlo es negar una evidencia.

Y confiemos en que efectivamente se produzca esa colaboración público-privada que reclaman los empresarios, pero que sobre todo reclama el sentido común.

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